-¿Y si te dijera que siempre has estado muerta?- Musitó el joven, su tono de voz inspiraba malicia y a la vez un tono horriblemente amargo. Gabrielle se quedó perpleja. No comprendía qué había querido decir con esas palabras. ¿Que ella estaba muerta? Eso era una estupidez. Se lo pensó un poco antes de atreverse a responder pero finalmente musitó:
-Te diría que es imposible. ¿Y mis padres? Ellos me conocen, y también mucha más gente.. voy al instituto, soy una chica normal y corriente. Es imposible que esté muerta.- Estaba realmente convencida de sus palabras. Pero el muchacho rió por lo bajo, y con una mirada cargada de sorna, dijo:
-¿Y si todo eso hubiera sido un sueño?- Y después de pronunciar aquella frase, se quedó mirando fijamente a Gabrielle, esperando una respuesta por su parte. Pasaron los minutos, y Gabrielle seguía absorta en sus pensamientos. ¿Que todo había sido un sueño? Era imposible. Eso se decía Gabrielle sin parar a sí misma. Ese joven loco sólo quería tomarle el pelo. Cada vez se sentía más furiosa y frustrada. No sabía qué demonios hacía allí y para qué le quería ese extraño.
-Qué estás diciendo … eso es imposible, ¡¡estás tremendamente loco!! ¡¡¡NO ESTOY MUERTA, DESGRACIADO!!!- y dicho esto, se abalanzó sobre él, pero para su sorpresa, le atravesó, esperaba chocarse contra la pared, pero en cuenta de eso la traspasó como si nada. Llegó a otra habitación, esta tenía unas baldosas a cuadros blancos y negros, el papel de pared estaba desgastado, y había varios huecos más blancos que los demás, como si antes hubiera estado colgado algún tipo de cuadro. Todo lo que había en la habitación era un espejo ovalado que colgaba en frente de Gabrielle. Se acercó para ver qué aspecto llevaba, pero no consiguió verse.
-Tendrá algún tipo de truco... seguro.- No estaba totalmente convencida de eso, pero tenía que aferrarse a eso, no podía permitir que aquel loco consiguiera desbaratar su mente.
-Veo que has encontrado mi habitación favorita.- El joven sobresaltó a Gabrielle. Estaba apoyado en la pared, como si nada. Eso ponía furiosa a la chica, que no entendía nada.
-A mi gusto quizás le falten algunos muebles, sería más acogedor. Si vas a secuestrarme de por vida, al menos proporcioname una maldita cama.
-¿Para qué? Estás muerta, ya no necesitas dormir, ni sientes comodidad, no puedes sentir nada de nada. Estás vacía por dentro, siempre lo has estado.- Esta vez sus palabras parecían serias, casi convincentes para ella. Aún así no podía creer nada de lo que decía el muchacho.
-¡¡Cállate!! Intentas confundirme, eres... despreciable. Si quieres matarme hazlo de una vez. Como si quieres torturarme maldito sádico, haz lo que sea pero hazlo.
-¿No te he dicho ya que estás muerta? ¿Cómo diablos voy a matarte? Sería una estupidez por mi parte, ¿no crees?.- Dijo con una pequeña sonrisa en su pálido rostro.
-Pero es que resulta que no estoy muerta. Mis padres... seguro que ahora se estarán buscándome.. habrán llamado a la policía, te encontrarán y te encerrarán en un puñetero manicomio, cabrón.- Gabrielle ahora lo miraba con un odio irracional, sentía unas ganas terribles de matarlo.
- No tienes padres, nunca los has tenido, y nunca los tendrás. Porque estás muerta. Igual que yo. Te guste o no. Y si no fuera por mi, ahora mismo estarías descansando bajo tierra y los gusanos te habrían devorado hasta que sólo quedaran tus miserables huesos. ¿Te gustaría eso, Gabrielle? Quieres que te entierre? Eso es lo que quieres? Lo haré, si me lo pides educadamente, niñita consentida.- El joven se estaba acercando a ella más y más, Gabrielle empezaba a sentirse incómoda. Incluso podría admitir que tenía algo de miedo.
-No te acerques, no te acerques por favor. Para, déjame, ¿por qué me haces esto?.- Gabrielle pronunció unas palabras casi desesperadas, el muchacho paró de andar y se quedó quieto.
-Gabrielle, mira al espejo.-
-...qué?.-
-Que mires al espejo, tú sólo hazlo.- Su expresión era dura y su tono firme. Gabrielle se giró para mirar al espejo. En él se reflejaba ahora ella misma. Fue muy reconfortante para Gabrielle verse reflejada y comprobar que seguía viva. Pero de repente, la imagen cambió, era ella la que se reflejaba en el espejo, pero sostenía un cuchillo en la mano, su ropa estaba manchada de sangre, y en la otra mano sujetaba lo que parecía un corazón. Gabrielle dio un respingo y soltó un chillido, tiró el cuchillo que sostenía en las manos hacia el espejo, rompiéndolo en 1000 pedazos. De repente empezó a oir voces que llamaban su nombre, ''Gabrielle, qué has hecho, nos has matado, asesina, eres una asesina, asesina, asesina, ASESINA, ¡¡ASESINA!!''
-¡¡CALLAOS!! No he hecho nada, dar la cara!! No soy una asesina, maldita sea, quiero que se acabe, quiero que termine todo esto, por favor....
Umiko.
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